DE VUELTA A LA VIDA
por María Luz Crevoisier
Lima, Perú.- Serían los años 60 en el Perú y en el mundo, aún no había llegado el hombre a la Luna y las mujeres se sintieron más liberadas cuando se inventó la píldora anticonceptiva, mientras que en Vietnam se combatía sin saber por qué. Un niño, casi un adolescente, ajeno a estas noticias, recorría su comunidad ubicada en las alturas de Paucartambo, departamento del Cusco, para sacar agua del puquial, obedeciendo las órdenes de su mama grande, como llaman en Cusco a las abuelas y después, se quedaría inmerso atisbando el paisaje entre maizales y eucaliptos, y al fondo, casi bordeando el río Paucartambo, comúnmente llamado Mapacho, a esa cordillera con sus capas blancas de pura nieve.
Pero eso no era todo, porque ese niño adolescente llamado José Huamán Turpo, se embelesaría también durante la fiesta de la Mamita Carmen en julio, con la procesión, los bailes y esos cuadros vivos de los terribles demonios, tratando de tentar a la Carmincha, subidos a los balcones y techos de la ciudad, antiguo reino del Antisuyo y seguramente ,fue visualizando desde entonces su futuro, el de convertirse en investigador científico aplicado a la investigación social y a la Etnografía. Porque si le vamos a dar un nombre al trabajo que realiza José a partir de 1985, es ese. El de documentalista y pionero en el Perú de temas nativos y sociales de los pueblos originarios y para confirmar lo dicho, están sus obras, obras hechas con tierra y pueblo, con el inmenso amor que lo impele a vivir metido en el campo, atravesando todas las estaciones.
Los documentales Inkarri, 500 años de resistencia del espíritu inca en el Perú, laureado en diversos festivales internacionales, Yuyaypaq Apu Q´eshwachaqa, el famoso puente de fibra vegetal tejida sobre el Apurímac, Voces que sanan y Wayri Wachiperi, los misterios de los Andes (serie de nueve documentales con diversas manifestaciones políticas, sociales, económicas y religiosas de las comunidades indígenas y campesinas de la región Cusco-PERU).
Para José Huamán, “El cine representa un angular óptico para entender nuestras culturas, generando reflexión y sensibilidad” Y esta premisa ha sido entendida por otros visionarios a nivel mundial como Alex Gybney, Dziga Vertov, Charles Ferguson, Adam Curtis. Y el peruano Javier Corcuera, otro grande en esta industria.
México es en Latinoamérica, uno de los países que más se acerca a esta tendencia en donde parece que las cineastas y documentalistas mujeres llevan la batuta tal como lo confirman sus nombres, así Tatania Huazo, Natalia Almeida, Lourdes Portillo, Maya Goded, sin olvidar a sus pares Eduardo Gonzáles, Juan Carlos Rulfo y otros más. Volviendo a José, aquí leemos sus declaraciones sobre su trabajo en este fascinante oficio:
1.-¿Cuál fue tu motivación para dedicarte al cine documental? ¿desde cuándo te sentiste inclinado a acceder a esta categoría del Cine?
Nací y crecí en Paucartambo, Cusco, un lugar que considero mi pakarina y mi wanka, mi fuente de origen y mi esencia. Este entorno, rico en paisajes naturales y culturales, ha sido fundamental en la construcción de mi identidad. Allí aprendí los valores colectivos del ayllu y la racionalidad andina, lo que me permitió desarrollar la habilidad de transformar lo oral en imágenes. Las historias orales locales, que cobran vida a través de rituales y mitos, despertaron en mí una profunda pasión por registrar y preservar estas narrativas para que permanezcan vivas en el tiempo.
2.- Entre los grandes documentalistas a nivel mundial, encuentro ciertas conexiones de línea con Alex Gibney, Dziga Vertov, Charles Ferguson, ‘pero sobre todo con Adam Curtis que captura los temas sociológicos. ¿Alguno de estos te influyó?
Conocí la filmografía de Adam Curtis un poco tarde. Sin embargo, un referente clave para mí, aunque poco conocido, fue Pedro Chaskel. En Mi formación en Chile, trabajando para una cadena de televisión internacional, en el Peru fueron los Rosental y Jorge Vignati también desempeñó un papel importante en mi desarrollo. Otro aspecto que influyó mucho en mi enfoque fue mi entrenamiento en sociología de la imagen. No se trata únicamente de consumir un producto cultural, sino de analizar las interrelaciones entre las personas y el objeto cinematográfico. El enfoque que aplico en mis documentales parte de procesos orientados por los imaginarios sociales y colectivos. Trabajo con categorías propias como lengua, tierra y territorio, explorando su capacidad de expresión para entender a los otros. Estas representaciones reflejan ideologías, dinámicas y realidades, así como normas culturales definidas por el tiempo y el espacio. De este modo, busco contribuir a la reafirmación de identidades y la legitimación de valores y categorías que son esenciales dentro de los contextos donde trabajo.
3.- Si viajamos por América, encontramos en México a grandes profesionales del documental como Juan Carlos Rulfo, Natalia Almada, Lourdes Portillo, ¿podríamos decir que es parte de nuestra identidad latinoamericana abordar temas relacionados a nuestra realidad?
En mi caso, el cine mexicano fue una guía importante durante mi proceso de autoformación. Desde sus épocas más destacadas, solía asistir regularmente a las salas de cine en Cusco para ver todas las películas que se proyectaban. Estas obras abordaban las realidades socioculturales del país, con una marcada carga identitaria. Los documentales mexicanos, con su particular manera de tratar a los personajes y sus temáticas de profunda sensibilidad, junto con las ficciones, se han convertido en un punto de referencia para el cine en Indoamérica.
3.- Pasando al cine, acaba de ser premiada la película boliviana La Hija Cóndor con el premio Abrazo al mejor largo metraje, el responsable de este film es el cineasta Alvaro Olmos. Hay un detalle muy interesante porque es el mismo que tú utilizas, el canto ancestral que tú lo haces en Voces que Sanan.Este viene a ser un vuelco hacia nuestras culturas originarias, cuán importantes ¿Crees que deba ser seguir por esta ruta en la que te considero un pionero?
La humanidad comparte una necesidad profunda de transmitir los conocimientos y prácticas de nuestras culturas antiguas; en estos legados radica tanto el futuro como la sobrevivencia de nuestra especie. El cine, en este sentido, debe asumir el rol de vehículo para esta transmisión intergeneracional e intercultural, promoviendo un intercambio respetuoso de saberes propios. Es fundamental que permanezca comprometido con la preservación de nuestra memoria colectiva y nuestra identidad cultural. Apostar por un cine que refleje estas realidades y valores es clave para fortalecer dicho propósito compartido.
4.- Estás participando en un Festival internacional con tus documentales. ¿Fue por invitación y te brindan algún apoyo económico?
Participé en el Festival Internacional dentro de las semanas interculturales de Chemnitz, del 20 al 27 de septiembre, en Pavillon Latinoamérica, Alemania. Fue una invitación en la que se acordó que financiarían el subtituladoal alemán de nuestros documentales. El objetivo principal es que las obras sigan su propio curso, acercando nuestras historiasy permitiendo que se conozcannuestras perspectivas, racionalidades y categorías únicas.
5.- Existe una política a favor de este cine en Perú, ¿Cuánto puede recortar la llamada Ley Tudela el apoyo para la realización y difusión del cine documental?
En Perú, la política hacia el cine, especialmente el documental, ha estado marcada por tensiones entre avances y retrocesos. El Decreto de Urgencia N.º 022-2019 pretendió revitalizar el sector cinematográfico al reemplazar la Ley N.º 26370 con una estructura más moderna y estímulos económicos, aunque no estuvo exento de críticas. Sin embargo, la aprobación reciente de la Ley N.º 32309, impulsada por el Congreso sin consultar directamente a gremios, colectivos y trabajadores del audiovisual,
ha vuelto a evidenciar la desconexión entre las políticas públicas y los verdaderos actores del sector. Esta falta de diálogo reactivó una batalla cultural de larga data. Lo que está en juego no se limita al apoyo financiero o a premios para producciones; es la visión de país que se refleja a través de las imágenes producidas. Por un lado, está el cine industrial, guiado por intereses comerciales; por otro, un cine comprometido que busca cuestionar y dialogar con la sociedad desde perspectivas periféricas: lo indígena, lo afrodescendiente, lo migrante, y las desigualdades derivadas del centralismo, racismo y olvido histórico. Desde sus inicios, el cine peruano ha funcionado como un espejo incómodo, capaz de construir narrativas alternativas
frente a las versiones oficiales. En sus mejores momentos, ha explorado los márgenes sociales, la violencia estructural, los dilemas del neoliberalismo y la búsqueda de una identidad nacional. No es casual que muchas obras peruanas traten sobre desplazados, sobrevivientes y resistencias silenciosas, pues reflejan una nación aún en proceso de definirse e imaginarse.
En este contexto, el papel del Estado es crucial. Su responsabilidad trascien de lo administrativo y financiero; debe contribuir activamente a construir un tejido social más plural, justo y representativo. El cine no es un lujo ni un mero entretenimiento: es una herramienta esencial para reflexionar sobre nosotros mismos, dialogar nuestras diferencias y construir proyectos colectivos. Las películas no solo narran quiénes somos; también tienen el poder de imaginar quiénes podríamos ser. Por ello, resulta imprescindible contar con una normativa que garantice un mercado sólido para el cine peruano y la creación de una Cinemateca Nacional. Este espacio permitiría preservar la memoria histórica del país, fomentar el estudio académico de los procesos sociales reflejados en el cine y formar nuevas generaciones de cineastas. De este modo, el cine podría consolidarse como eje fundamental de nuestra memoria colectiva y desarrollo cultural.




