Un Lobo Estepario de la divulgación: Rodolfo Juárez

Fotos: Cortesía Rodolfo Juárez

por Alejandro Alonso

Una noche de luna llena recibí el llamado del Lobo Estepario, vía teléfono móvil. Acordamos vernos en un sitio de la Colonia del Valle, Ciudad de México, para compartir proyectos, comida y vino. Todos coincidían en el horizonte de la ciencia, la tecnología, cultura ambiental y una sobredosis de mitología mesoamericana. Decidimos asociarnos y remar en las aguas turbias de la negociación de proyectos independientes.

El antecedente era nuestra participación en una producción audiovisual malhadada, desde su dirección, concepción intelectual, negociación y rodaje. A partir de aquella experiencia desastrosa, en la que a ambos nos contrataron como proveedores, trazamos la ruta.

A Rodolfo Juárez (Ciudad de México, 1979) le estoy agradecido por el aprendizaje, ímpetu combativo e irreverente en pos de la experimentación y trabajo de calidad. Siempre espera que uno dé el plus; a su lado, el secreto es arriesgar el paso adelante y siempre te recibirá con un buen mezcal, incluso de desayuno.

Le distingue un humor ácido más una personalidad atípica; más que un director hípster encargado de asuntos culturales o científicos, podría pasar como baterista o bajista de peso de una banda grunge. Actualmente radica en la ciudad de Mérida, con sus dos hijas, Hási e Iyari, y su esposa Michelle.

“Estudié Ingeniería en Sistemas Computacionales, en la UNITEC. Desde hace ya un par de décadas me dedico a la divulgación científica, a la que llegué de manera fortuita. Tenía una banda de música de heavy metal; esa música, en especial, es complicada de producir, de controlar en estudio de grabación; entonces me apliqué a la ingeniería de audio. En aquel entonces todavía no operaban los home studios, tenías que depender de un estudio de grabación para hacerte un demo que sonara decente. De ahí empecé a interesarme en las plataformas de hardware. Mis papás siempre fueron muy cinéfilos, pero en mi mente no estaba el radar de lo audiovisual. Sucedió que un amigo me invitó para montar el diseño de sonido de una serie de televisión. Me preguntaron: `¿Sabes usar este software?´; `Claro, llevo cinco años haciéndolo a diario´. Entonces para mí fue una revelación: a partir de una imagen tenía que sincronizar todos los efectos y limpiar los diálogos”.

“Todo es trabajo en equipo en el medio audiovisual. Al margen de tu especialidad y si estás al frente de una producción, tienes que buscar gente experimentada en distintas áreas. Lo ideal es que te juntes con personas sobresalientes, en cada especialidad y afines al tema por abordar. Si quieres realizar algo sobresaliente, esto último es importante”.

Rodolfo Juárez

La aventura que muchos anhelan, le llegó en bonanza al entonces joven Rodolfo Juárez. No sólo definió su proyección profesional, también marcó un destino de vida del que es congruente.

“Mi segundo trabajo fue para el cine. Los directores que me contrataron sabían lo que buscaban, pero no tenían la parte técnica. Empezamos a hacer una buena mancuerna. Nos volvimos amigos. Luego sucedió que otro camarada, quien residía en Cancún, me buscó para suplir a un sonidista que venía de Finlandia; este último se enfermó y debía trabajar para una serie de televisión del History Channel. La productora era extranjera y querían un talento local dispuesto para involucrarse en cinco días de rodaje. Después llegaría el titular y a volar. Acepté y así conocí al crew del History Channel, en Cancún. Me ofrecieron poco dinero; ya en plena acción, el director me dijo: `te debí ofrecer el doble´. Le contesté que lo hubiese hecho por la mitad con tal de viajar a esos sitios. Al final, hice toda la serie. Durante seis meses, registramos la ruta maya a lo largo de catorce mil kilómetros: Guatemala, Honduras, México y Salvador. Me hice amigo de ese equipo, porque son viajes que te hermanan. A partir de ahí, el productor me jaló para otros proyectos. Esos años fortalecieron mi currículum —History Channel, Nath Geo y Discovery—. No tenía hijos, podía viajar y aprender”.

Entonces el Lobo Estepario aprendió a cazar en manada.

“Todo es trabajo en equipo en el medio audiovisual. Al margen de tu especialidad y si estás al frente de una producción, tienes que buscar gente experimentada en distintas áreas. Lo ideal es que te juntes con personas sobresalientes, en cada especialidad y afines al tema por abordar. Si quieres realizar algo sobresaliente, esto último es importante”.

Durante la década de los noventa, estas firmas extranjeras conservaban un perfil enfocado hacia el conocimiento y la educación; tal inclinación temática cambio, aunque bajo la misma operatividad de equipo.

“En el audiovisual hay muchas ramas, equipos de ficción, publicidad, reality show, noticias, enfoque corporativo, entre otras. En el caso del documental, se consideran núcleos de trabajo de campo reducidos, en los que tienes que diversificar tus habilidades; asumir el rol de una navaja suiza. Empecé a producir; también a hacerla de fixer, es decir, un productor local a quien confían y terminan por delegar la responsabilidad. Me confiaron proyectos al grado de que ellos preferían no viajar. Todo se resumía en un disco duro que incluía la información que ellos necesitaban para editar. Estas productoras empezaron a inclinarse hacia los reality shows de celebridades, temas alienígenas y de restauración de coches, así y más, cada vez más distantes de la ciencia, historia, innovación, historia y tecnología. Por otra parte, cuando veía el producto terminado, editado fuera de México, me preguntaba por qué lo más interesante –para mí– se había omitido del corte final”.

La lógica para un talento con ambición de crecimiento, era operar y sin chistar en la línea trazada por sus clientes. El asunto es que el espíritu heavy metalero de Rodolfo Juárez se reveló.

“Empecé por dimensionar proyectos propios en los que pudiera retribuir a la comunidad de investigadores que empezaba a conocer. Esta vez me asocié con documentalistas nacionales, que andaban en una búsqueda parecida. Con Concordia Mundo, logramos proyectos para el Conacyt, la Secretaría de Cultura, la Secretaría de Ciencia, el Foro Consultivo, Canal ONCE, Canal 22, Canal 40, Canal 14, Curiosity Stream, Claro Video. Nuestra mirada era experimentar, fusionar la parte académica dura con el lenguaje audiovisual. Todo con la responsabilidad de ofrecer altos valores de producción”.

Aplicado en el diseño de mapas mentales que dimensionan de manera coercitiva cada proyecto —desde su diseño, preproducción, producción, postproducción y distribución—, insertó un manejo del conocimiento científico a partir del arte, como eje rector y distintivo.

“La interfaz entre arte, ciencia y cultura está mucho más cerca de lo que uno piensa. Hay un común denominador que es la creatividad y el ingenio. Ambas implican un proceso de trabajo constante y equivocación, ensayo y error, ensayo y acierto, hasta afinar el método o estilo y lograr el resultado o producto. La ciencia se define por su método y no por su tema; igual la cuestión audiovisual, se define por su lenguaje, no importa el tópico. Adoptas una metodología, desechas lo que no te sirve y te la apropias. Nuestro reto era conseguir recursos para lograr una producción con la calidad y manejo de información que resultara atractiva para un espectador, ajeno a las temáticas de ciencia. Empezamos a sondear convocatorias que operaban mediante incentivos fiscales, en aquel entonces el Conacyt, por ejemplo, era más accesible para nuestro sector. Perseveramos con proyectos cuyo eje era el manejo de temas científicos a partir de otra óptica o desde una metáfora, con un sello propio. Comenzamos a recibir comentarios y esto nos animó a explorar la producción para planetarios, televisión, realidad virtual, realidad aumentada, animación 2D y 3D, Video Mapping, fotogrametría y más. Esto sigue en marcha”.

Un proyecto bien planteado es un detonador para lograr su posible patrocinio. Esta línea tiene sus bemoles cuando se trata de una producción audiovisual, enrutada a ciencia o cultura ambiental.

“El financiamiento de la divulgación o difusión cultural es complicado a nivel de empresa. Cuando se establece una campaña publicitaria o incluso televisiva, se establecen recursos de inicio; en el caso de la divulgación, va a la zaga de un proceso que ofrece resultados a su gremio, mismo que no considera partida alguna para su producción. Digamos que nosotros llegamos tarde a la fiesta, sin invitación, comida y mucho menos regalo. El recurso o estímulo debemos fondearlo por aparte. Incluso convencer a los mismos investigadores involucrados. Esto se complica si uno es productor independiente. Te lanzas del avión y debes confeccionar tu paracaídas, en pleno descenso. Hoy día es difícil concretar un proyecto de este tipo y mantener a tu familia. Es más fácil vender publicidad de agua azucarada. Triste pero cierto”.

Cuando el ciclo se cumple y el financiamiento permite la ejecución de la idea, viene una serie de circunstancias que llegan a escapar del mapa mental de quien dirige. 

“Los proyectos más difíciles a los que me he enfrentado son Ponzoña y Monte Tláloc; de este último la altura fue condición a superar; el sitio se encuentra a 4200 metros de altura, con un nivel de oxígeno mucho menor a cuando uno se encuentra a nivel del mar. Esto repercute tanto en tu rendimiento como concentración, incluso en la química del sistema sanguíneo. También merma el rendimiento de tu equipo. Para estos proyectos se tenía que contar con un talento que estuviera mental y físicamente a tono, dispuesto para acampar y cargar sus propios suministros. En el caso de Ponzoña viajamos con los alacranes hasta las Dunas de Yeso, en Coahuila, y no todos querían meter la mano”.

En particular, el rodaje de Ponzoña planteaba situaciones de riesgo, como grabar fuera del laboratorio con especies de picadura mortal.

“Con la ayuda de biólogos calificados, conseguimos especies que pudiéramos grabar en locaciones foráneas. Teníamos muchas variables a considerar; dado que son portadoras de veneno, requerían un manejo especializado y contar con el anti veneno adecuado; también aplicamos todos los permisos de rigor para trasladarnos a un ambiente que no era el suyo. El proyecto llegó hasta la realidad virtual, con el fundamento de dimensionar el dato duro desde la metáfora poética”.

En cuanto al registro de especies, cada una demanda trato preferente.

“Me he enfrentado a retos que me impone el hábitat, por ejemplo: cuando tengo que fotografiar un pez del tamaño de un charal, en una cueva oscura, lo que me permitirá imágenes bastante comunes, además de poner en riesgo las especies del entorno, he optado por su traslado a un espacio controlado. Se logran mejores resultados y quedamos a mano si se le reintegra a su sitio de origen. En este sentido estamos ficcionando la realidad”.

Al margen del incentivo económico con el reconocimiento de un gremio, nacional e internacional, la labor documental que lleva a cabo Rodolfo Juárez tiene el premio del viaje constante.

 “He trabajado en diversos proyectos a campo abierto, cada uno con su grado de complejidad –con el Lobo Mexicano, el Cóndor de California y el Berrendo Peninsular, además de filmar arañas, jaguar, murciélago, serpiente, en fin—. Ninguno fue día de picnic. Agradezco la oportunidad de grabar a estas especies que se encuentran en peligro de extinción —algunas satanizadas—, por todo el país. Como el buen auto marginado que soy, siempre he admirado a los animales denigrados; es decir, aquellos que están sentenciados por agrestes. Trato de dedicarles una pieza, cada vez que encuentro el pretexto”.

Así como el alacrán demanda un manejo especializado, el llamado dato duro merece atención prioritaria en el terreno del registro audiovisual.

“En cuanto al manejo del dato duro, me parece que lo importante es que éste te lleve a una reflexión. No me gustan los proyectos que son simplemente expositivos, obviamente hay que darle al científico su voz, pero la labor del documentalista es apropiarse del conocimiento para crear una interconexión con la gente. Una cifra puede ser impresionante, pero si no logras transmitirla o comunicarla dentro de una narrativa, puede quedar en letra muerta”.

Una vía común para el manejo del dato duro, es colocarlo en voz de los investigadores, sin importar que el mensaje quede saturado de contenidos. Existen otras alternativas.

“De manera responsable hay que citar las fuentes y añadirlas donde les corresponde. Recomiendo la transcripción cabal de cada entrevista, y mantenerlas como resguardo en un archivo documental. En tu pieza, como suele ser, a la voz del científico ya le metiste edición; entrevistaste veinte minutos y utilizaste dos para tu producto; en este sentido, anexar la entrevista completa a tu proyecto y colgarla en la Red, es una vía responsable con quienes te confían su información; también generas contenido de valor para los espectadores”.

El reportaje es un formato preferente para el periodismo científico, pero las propias plataformas de comunicación abren vasos comunicantes que rebasan la convención.

“Siempre he tenido un problema con los puristas que esperan un mensaje en un formato predeterminado. Las fronteras están ahí para cruzarlas o borrarlas. Si realizo una pieza que no sea por encargo, trato de pensar en lo que a mí me gustaría como audiencia; si quisiera algo académico ni siquiera pensaría en un reportaje, me iría directamente a un paper. Cada vez se amplían las plataformas de comunicación y se expanden los límites: puede ser una imagen, entrevista, obra de teatro, radio, una pieza cinematográfica o un podcast. Lo importante para mí es que deje un mensaje, que incluya un subtexto que puedas identificar y refleje algo tuyo”.

De igual forma, la tecnología ha renovado el concepto y dimensión del laboratorio.

“El conocimiento no se adquiere sólo en el laboratorio; sucede en las cuevas, el mar, el desierto, los volcanes, las montañas, en cualquier lado. El laboratorio no sólo tiene que ser un lugar cerrado, ya está en los móviles. Recuerdo cuando a una genetista le pedí que me mostrara su sitio de trabajo; se río y me dijo `lo estás viendo, mi laboratorio es mi laptop´. Y así es, ese era su laboratorio. Ahora, la verdad es que los laboratorios suelen ser lugares poco atractivos visualmente; entonces el reto es buscar una óptica diferente y pensar que vas a contar su historia en imágenes y sonidos”.

De acuerdo a la visión de Rodolfo Juárez, tampoco se trata de un asunto de mera pirotecnia tecnológica.

“Ahora, independiente de un espacio abierto o laboratorio, el conocimiento tiene que ver con una búsqueda personal; normalmente esta se despierta mediante una experiencia emocionante, es decir, muchos investigadores se enamoran de su especialidad desde que son niños, a través de algo que los motivó mucho y que termina virando a una búsqueda, una perseverancia por el conocimiento. Nosotros los exploradores visuales, somos una especie de detectives y rastreamos cómo contar y por qué medio para que la gente lo entienda. Nuestras herramientas son la escritura, la fotografía, la imaginación. Detrás de un proyecto, siempre tengo la necesidad de una respuesta a un cuestionamiento que me he hecho durante tiempo, a veces es un periodo corto o proviene de algo que desde niño tenía ganas de abordar, o inquietudes de mis hijas pequeñas. Procuro mantener la mente abierta ante las posibilidades que van surgiendo”.

El gran reto es cómo mantener el interés por la historia, congruente con el tema planteado y sin perder de vista el objetivo.

“El contenido académico no deja de ser serio porque lo ilustres de la forma más atractiva posible. En mi caso estoy muy pegado a la experimentación. Si recreas el microcosmos de los genes dibujando sobre un limbo negro en realidad virtual, alguien purista te podría decir que en esa escala no hay color. Es una licencia que uno decide aplicar en términos de la analogía visual, una interpretación a partir de la información objetiva. Aún en la experimentación se va definiendo un estilo. Puedes contar la historia del universo, a partir de una gota de aceite en agua; exponer una nebulosa, con las acuarelas de tus hijas. Una toma fotográfica, por ejemplo, no se trata de hacerla más bonita, espectacular o minimalista, el punto es cómo lograr que se vea, escuche interesante y quede en la mente del espectador”.

Así como comparte los proyectos que considera íntegros con su postura como autor, no duda en aquellos que lamenta por su quiebre metodológico.

“En un proyecto reciente me alquilé como realizador, pero no tenía voz ni voto en la producción. Valoro mucho la experiencia, pero quiero construir narrativas visuales íntegras. En los proyectos siempre estás limitado por el tiempo y el dinero, como para que además te acorralen con visiones anquilosadas”.

Ante este nivel de autoexigencia, consciente de que no todo el talento dedicado a la producción audiovisual anda por ese sendero, Rodolfo Juárez se vale del diálogo.

“Tengo la consigna de buscar aquellos productores afines a esta visión: si se va a apostar, hacerlo sin la censura de un cliente miedoso. Procuro ser abierto y receptivo al trabajar en conjunto, listo para la conversación. No busco operadores, prefiero colegas que aporten, aunque no se trate del terreno de su especialidad. También aplico la improvisación, ya en pleno rodaje; si sucede y el equipo está involucrado, trato de fundamentarlo y que no quede como simple capricho. Cuando me involucro en un proyecto, no dejo de investigarlo; además, he aprendido a hacerle caso a mi intuición; por más que te apliques al estudio, siempre hay algo que viene del inconsciente y suma; muchas veces ni tu mismo lo entiendes, por ejemplo: hay tomas que haces y no les encuentras sentido, hasta que estás en la sala de edición. Es como si tu otro yo te hubiese allanado el camino; ese otro yo te limpia la maleza. Por eso hay que confiar en uno mismo. El punto es lograr la mayor cercanía con la recreación y la reconstrucción hipotética de los procesos, a los cuales te estás refiriendo. En este sentido, entiendo a la ficción y la defiendo”.

En su historial, cuenta con una lista ya larga de galardones como el Premio Nacional de Periodismo Científico, que otorga el Conacyt, en dos emisiones (logro que pocos se pueden dar el lujo de ostentar). El detalle es que ninguno está en una vitrina u ocupan espacio en las paredes de su oficina o casa.

“Me asumo como un curioso profesional. No me considero divulgador científico; también me cuesta identificarme como director, documentalista, fotógrafo o ingeniero. Tampoco espero la validación de los llamados pares de cualquier gremio. Me parece que la divulgación científica, y más el periodismo científico oficial y purista, es arrogante. La tecnología aplicada a los medios de comunicación, es exponencial en formatos inusitados. Esto no para. Entonces, ¿por qué limitarse a una sola forma para divulgar los contenidos? El tiempo decidirá la validez de mi trabajo”.

Trotador incansable con la cámara al hombro, por desierto, montaña y selva, estos son los nuevos proyectos que ocupan el ánimo de este rebelde con causa.

“Estoy realizando una novela gráfica, Señoríos, trata sobre el mito creacional mesoamericano del Quinto sol. En ese orden traigo un Bestiario ilustrado y metafórico sobre los seres del Xibalba. Otro proyecto toma de pretexto la cocina ancestral para documentar unos retratos antropológicos, de distintas partes del país. Siguen una pieza audiovisual multi pantalla para un museo regional, un cortometraje sobre pintura rupestre del norte de México y su relación con los enteógenos, así como un ensayo sobre la explotación de determinados recursos de la península Yucatán, muy en el tema de la desigualdad social y la contaminación de los acuíferos. En este último punto, quiero generar conciencia de conservación ambiental a partir de la fotografía infrarroja. Hay que exponer de muchas formas, en algo resonará.”

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