Una artista en el manejo del dato duro

por Alejandro Alonso
Hace ya una década tuve la oportunidad de conocer a Dulce García (CDMX, 1983), cuando ambos formamos parte del Taller de Periodismo Científico Ealy Ortiz que organizaba una fundación amparada por el diario El Universal. Esto fue en la ciudad de Mérida, Yucatán; en aquel entonces, coincidimos en múltiples intereses, por supuesto, por delante estaba la divulgación de la ciencia, la tecnología y la educación. En lo personal, me encontraba en la consolidación de mi firma enfocada a la temática ya señalada, Concordia Mundo. El destino favoreció para que, en muy corto plazo, tuviera la fortuna de que Dulce García aceptará participar en uno de los tantos proyectos que Concordia tiene en su currícula.
De Dulce García siempre me llamó la atención su nervio a flor de piel, sus ojos enormes y expresivos —pudo haber sido actriz en un filme expresionista—, su atinada delgadez que a simple vista permitía pensar en una fragilidad, aunque esos huesos y esa carne tenían la solidez de un roble. Pero al margen de su retrato físico, me quedó grabado su olfato por el fenómeno científico, su deseo por indagar en la consistencia de lo que se llama el dato duro.
“Siempre me interesé en los temas científicos, desde que era una niña. Me llamaba mucho la atención, por ejemplo, el espacio y sus planetas: las estrellas, ¡el sol!, cómo era que los astronautas llegaban al espacio. También la vegetación, el clima, los insectos (especialmente las arañas, siempre me fascinaron); me decía ¿por qué hay tantos y de tantas formas, colores y tamaños? El cuerpo humano no escapaba de mi atención. Recuerdo una anécdota: cuando andaba entre seis y siete años, tuve un accidente en casa; me lesioné la cabeza, y tuvieron que llevarme al servicio médico para que me suturaran. Al momento que el doctor me limpiaba y cocía la herida, exclamaba a mi madre: “¡mire a su hija, no llora!” En ese momento pensaba: “la herida está en la frente; no sé muy bien dónde están los conductos de las lágrimas, pero si ahorita lloro, si hago que salgan lágrimas, a lo mejor se me van a salir por la herida y me va a tener que volver a limpiar el doctor.” También estaba dale y dale con esta idea: “Cuando lloro siento que la cabeza se me hincha; entonces… a lo mejor lo que se me hincha es el cerebro, y si ahorita tengo abierto ahí y se hincha el cerebro, se va a desparramar”.

Reza el dicho que “la curiosidad mató al gato”, pero en el caso de Dulce García la ha dejado vivir a plenitud. Con el paso de los años definió su olfato innato hacia la vocación que ahora le ha ganado el reconocimiento nacional.
“Quería ser bióloga y especializarme en aracnología. Eso no se concretó porque, al mismo tiempo, me llamaron la atención las ciencias sociales, las humanidades y el arte, pero permaneció mi inquietud por la biología. No soy científica, claro, pero cuando me acerco a un tema científico lo hago para transmitirlo sin temor.
“Siempre me interesé en los temas científicos, desde que era una niña. Me llamaba mucho la atención, por ejemplo, el espacio y sus planetas: las estrellas, ¡el sol!, cómo era que los astronautas llegaban al espacio. También la vegetación, el clima, los insectos (especialmente las arañas, siempre me fascinaron); me decía ¿por qué hay tantos y de tantas formas, colores y tamaños? El cuerpo humano no escapaba de mi atención».
Dulce García
Después de cursar la Licenciatura en Letras Clásicas, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, prueba suerte laboral en la radio.
“Empecé a divulgar ciencia en Radio UNAM. Desde que llegué tuve la oportunidad de escribir sobre ciencia y no la solté. El primer reto fue quitarme el miedo de tratar temas complejos; me esmeré por leer e informarme, por familiarizarme con el conocimiento. Quería preguntar sobre todo y acercarme a los académicos, a los científicos, de la manera más, ¡vaya!, más pueril, más inocente posible. Siempre con mucha responsabilidad de la información que me compartían. El segundo reto fue la búsqueda de temas, así como el ejercicio para que estos fueran atractivos al escucha. Me auxilié del arte y la literatura. Quería hacer notar al público que la ciencia está en la vida de todos, en cada momento, y que nosotros mismos somos ciencia”.
Con pasión y rigor, le dio peso a su firma en cada producto radiofónico; el reconocimiento llegó por la puerta grande: el Premio Nacional de Periodismo por Divulgación Científica, que otorga el Club de Periodistas de México A. C., 2013, y el Premio Nacional e Internacional de Periodismo por Divulgación Radiofónica Cultural, 2015, por la misma institución.
“El primer Premio fue por un reportaje radiofónico sobre cuestiones ambientales y sus repercusiones médicas, en el contexto ambiental de Yucatán. Aproveché la estancia que tuve en Mérida, gracias a un taller de periodismo científico. Realicé una serie de entrevistas y utilicé un lenguaje bastante general. Con el nombre de Ciencia en la Vida Cotidiana, se transmitieron cinco cápsulas, de cinco minutos cada una, por Radio UNAM. Lo valoraba como un trabajo sencillo, porque así fue mi perspectiva al trabajarlo. El reconocimiento apuntaló mi gusto por la divulgación científica, y la intención personal por tratar a la ciencia desde una perspectiva humana.

En esta misma estación radiofónica, busqué la oportunidad para invitar a un especialista para que nos hablara, de una manera más amplia, sobre el tema de su dominio, y a que nos enseñara de qué manera éste repercute en nuestra vida cotidiana. Pensaba incluso en el tratamiento de términos que pudieran parecer muy ajenos al público —como epigenética—. Entonces, al hablar de un concepto y cómo repercute en el día a día (en este caso por diabetes y obesidad), planteaba la posibilidad de una mayor cercanía entre la ciencia y el público. Me he centrado en este reto, de un manejo de la información que logra capturar la atención del público, incluso de aquel que anda cambiando de estación en estación”.
Con este interés por lograr un equilibro entre la seriedad de la información y un tratamiento lúdico, logra el camino hacia secciones con su sello particular.
“En un inicio se llamaba Dulce con Ciencia (por mí nombre) y ahora es Ciencia Real (porque hago referencia a mi nombre artístico que es Dulce Real y aludo al enfoque de la ciencia y la realidad). Me brindaron un espacio; en algún momento hablamos de los quesos, por citar un ejemplo, del proceso científico para lograr el producto, la fermentación, el aroma y sabor. La apuesta era que el planteamiento de cada tema permitiera una intersección entre lo social, lo científico y lo práctico.”
Con las premisas de certeza, confiabilidad y accesibilidad que debe seguir el periodismo de ciencia, incursiona en el formato audiovisual.
“En medios audiovisuales empecé con una serie de divulgación científica para Canal 22, enfocada a niños, Órale con la Ciencia. Me sumé al equipo como investigadora de cada contenido; también tenía que participar en cuestiones de postproducción y revisión del material. Existe este dilema para quien comunica ciencia: ¿Cómo haces para que los niños se interesen en la ciencia, más allá de pensar que les debes hablar con un lenguaje muy sencillo? Entonces me situaba en la parte fantástica de la ciencia, desde la perspectiva de descubrir que la ciencia está en todo y que bajo esta óptica el mundo se mira increíble; es decir, a través de la mirada de la ciencia descubrimos o nos encontramos con un mundo microscópico y en un megamundo. La experiencia me dejo claro que el principio es manejar de manera certera la verdad; además de ser concisa, de ir al grano, se tiene que demostrar la imagen precisa, pero lo principal es decirles la verdad de lo que está pasando con la ciencia”.
De la cápsula para formato intercorte, el siguiente paso fue el documental con valor cinematográfico.
“Me integré a un equipo de trabajo independiente que estaba enfocado para elaborar una pieza sobre un antídoto contra la picadura del alacrán, a partir de anticuerpos humanos. Se tituló Ponzoña, con transmisión a nivel nacional y con una versión radiofónica. De igual manera me apliqué en la investigación de contenidos y un poco de postproducción. Nos fuimos a hacer investigación de campo; entrevistamos a los investigadores en el área de recolecta de los alacranes; documenté todo el proceso desde el campo hasta el laboratorio; por supuesto, cómo es que se obtiene el veneno sin lastimar al animal, cómo es que se está haciendo toda una catalogación de las especies de alacranes, de los tipos de venenos, y luego toda la secuenciación que se realiza del veneno y sus componentes. Un mensaje principal del trabajo fue que los alacranes forman parte del equilibrio del planeta y no hay porque lastimarlos, sino que hay que aprender a convivir con ellos”.

La experiencia más reciente de Dulce García en el terreno audiovisual, es para Canal 11 y en el formato de revista.
“Trabajé en el arranque de una serie de divulgación científica para el Instituto Politécnico Nacional, Huélum, en la que se muestra el quehacer en investigación que se realiza en esta casa de estudios, con un fuerte enfoque hacia la tecnología. Muy acorde con el perfil práctico que se lleva a cabo en el Politécnico, me sentía a tono con mostrar el fin último de una investigación científica. Me asignaban temas que se antojaban difíciles para un espectador, por ejemplo: Observación de Velocimetría de Partículas; la primer interrogante era: “¿cómo nos va a interesar eso?, ¿de qué me sirve la Velocimetría de Partículas?, pero si vamos al meollo de que su apuesta es para que un refrigerador llevé el aire frío a todos los rincones de su interior, lo que evitará que se echen a perder los alimentos, la duda o apatía se convierte en interés. Es la dimensión que cada investigación científica te permite conocer; después adaptas ese conocimiento y contexto a tu estilo”.
Un manejo equívoco o erróneo de la información, sólo conduce al autoengaño.
“Cuando tú le das una información de dudosa procedencia o que sencillamente no es verdadera, el público va a mostrarte su duda; tenemos que ser muy responsables a la hora de exponer una información confiable; creo que es uno de los principales fundamentos para hacer divulgación científica. Para mi es esencial aprender a preguntarle al investigador que estás entrevistando; preguntarle al libro que lees, al documental que observas; cuestionarte con tu colega de divulgación científica; hacerlo con el público, familiares y amigos, si entendieron y creyeron en la información. Si creen en la información y no la entienden bien, ahí hay cosas que revisar; si te entienden la manera en la que se los explicaste, pero no te creen la información, pues ahí hay que retomar la información para mostrar seriedad, aunque estés popularizando las cosas”.
Previo al planteamiento de Dulce García, existe un trabajo de investigación a conciencia.
“El primer principio sería una delimitación acertada del tema, con el consenso del investigador. Un segundo principio es que, en la medida de lo posible, este tema sea breve, conciso, lo que favorecerá su comprensión tanto de quien escribe como del público. El tercer principio es lo que he estado subrayando, que el tema proporcione información verdadera, misma que propiciará una confianza en el espectador. Otro punto importante es que el tema tenga una empatía con quien escribe, es decir, que no te resulte ajeno o indiferente en ningún momento; en esto último considero válido el auxilio de herramientas literarias, históricas o lingüísticas, para que el tema tenga más impacto en el público. Considero que, al final, todas las disciplinas de las artes y humanidades terminan siendo ciencia”.

El respeto por la otredad, principio fundamental.
“Es el eje de mi trabajo de investigación y divulgación científica: respetar y agradecer al público. No comparto esa postura de `tenemos que bajar el lenguaje científico para que lo entienda todo el mundo´; me parece muy clasista y pretencioso. No creo que el público esté debajo de nadie, como para asumir que debo bajarle al lenguaje. La manera como expongo un tema no es `para que el público me entienda´, es para que yo logre explicarme mejor y a ellos les quede claro, por más difícil que sea o parezca”.
Del dato duro, aquel que procede de la investigación acreditada, a la narrativa.
“En una producción audiovisual, uno de los principales objetivos de los datos duros es impactar al espectador, es decir, que la gente se dé cuenta, por ejemplo, de cuáles son los niveles de contaminantes que hay en el aire y que diariamente respiramos, con un nivel de afección. Hay productores o editores que te piden, en mayor o menor medida, el uso de datos duros. Cuando me lo exigen, una de mis estrategias es involucrar al individuo (un protagonista anónimo) como parte fundamental de ese dato duro. Ya en la narrativa puede que sea el formato convencional de noticia o reportaje, incluso documental, o darle el enfoque de historia, crónica, hasta leyenda. Si tú le expones al público una lista con datos duros, o si insertas una gráfica, pues la ve en el momento, pero es un recurso que suele caer en el olvido. En los formatos actuales, las animaciones ayudan mucho para que el espectador dimensione y se quede con los datos duros.
Ahora estoy en la búsqueda de encontrar nuevas estrategias; en el caso de la radio, por ejemplo, trabajo con el radioteatro, ahí aplico el dato duro en el diálogo entre personajes; la ficción me permite un mayor crédito de realidad con el espectador”.
En la divulgación de contenidos científicos existe una máxima: no saturar de datos duros a un contenido, y mucho menos extrapolarlo hacia un perfil tendencioso.
“Durante la pandemia tuve una experiencia significativa como titular de la sección de divulgación científica del noticiero Prisma RU, de Radio UNAM. Dada la emergencia sanitaria, debíamos manejar la información a partir de datos duros confiables —por ejemplo, cuántos enfermos había, cuántos se iban curando y cuántos no, y cuántas vacunas iban saliendo, cuántas estaban sirviendo, en cuántas personas se habían hecho pruebas—. No quería caer en el enfoque amarillista de otros medios, entonces insertaba un dato duro fuerte, y lo contrastaba con un dato duro esperanzador. La respuesta del público fue positiva. Eso me dio orgullo porque respeté a mi público y me respeté a mí misma. Pienso que el informar de manera responsable es una labor fundamental para contrarrestar los efectos de una emergencia tan fuerte, como la que vivimos con la pandemia de COVID 19”.
En el 2017, recibe la Beca en Producción Periodística del International Center for Journalist en alianza con CONNECTAS, para la producción del reportaje especial Huérfanos Olvidados del Narco. Si bien su figura profesional está acreditada para la labor de investigación y guionismo en medios audiovisuales, su empeño cabal está con la radio.

“El fenómeno de la pandemia reciente dejó una lección a los medios de comunicación. Ante las grandes cantidades de información que se estaban compartiendo en las redes y que resultaba hasta contradictoria, generaba más confianza lo que proporcionaba la radio. El comunicado sobre esto lo dio la ONU en el día mundial de la Radio”.
En la llamada era de los contenidos, el manejo oportuno y acreditado de la información es una necesidad que demanda la sociedad.
“La responsabilidad sobre el manejo de la información siempre tiene que estar presente. La elección de un tema de interés para la sociedad, debe dejar fuera la mentira, el sensacionalismo o el morbo. El público es muy diverso, no porque uno haga divulgación científica se debe asimilar la información tal y como la piensas; entonces, la responsabilidad a la hora de divulgar la ciencia exige: información clara, precisa, profunda y confiable. Para lograrlo, hay que conocer bien de lo que se habla. Detrás de esto queda la investigación, más el apoyo en fuentes confiables y acreditadas. Las dudas que uno tenga deben quedar despejadas, nunca compartirse al espectador. Entonces, la responsabilidad sobre el manejo de los contenidos es uno de los ejes principales en la divulgación científica. La responsabilidad se traduce en la confianza que le generamos a quien atiende, al receptor. Otro punto muy importante: al logralo le doy seguridad al investigador que me confío su información. Eso es fundamental”.
El testimonio directo, un aliado fenomenal.
“El apoyo que te da un académico, investigador o especialista, es enorme para lograr el tema que estás manejando, incluso cuando lo propones a tu fuente. Es un eje de información primordial que fortalece tu investigación con los textos. Es quien mejor te puede aclarar las dudas, ya sea de un término, hipótesis o de los propios cuestionamientos implícitos en la investigación. ¡Los científicos te abren los ojos de una manera sorprendente!
En cuanto al manejo de testimonios de la ciudadanía, quisiera confiarles esta experiencia: conocí a una chica muy joven que enfermó de cáncer. Debía entrevistarla para un reportaje amplio. Cuando se logró el contacto, ella me confió que suele hablarse de cáncer y su asociación inmediata con la muerte. Me afirmaba que este binomio no es ley, que el cáncer es una enfermedad y hay que aprender a estar con ella, con el consiguiente cambio en los hábitos de vida, mismos que no implican la muerte. El valor de este testimonio le dio un sentido inesperado al reportaje. Queda como ejemplo de las ventajas que nos brinda el tener fuentes directas”.
El dato duro en voz de los expertos, estrategia que le vale puntos para obtener el Premio Nacional de Periodismo, 2013.
“Justo en este trabajo orienté la información dura en el testimonio de los académicos, también los términos técnicos. El punto de equilibrio narrativo fue un manejo de contexto de la región de Yucatán; también aproveché estadísticas del gobierno. Una vez que me fui adentrando en el tema científico y de que asumí su grado de dificultad, logré desarrollar la creatividad. Sucede que cuando vas conociendo más de ciencia, te familiarizas con el tema y la manera como lo desarrollan los investigadores, logras entrar en empatía con su propio lenguaje. En un inicio cuesta trabajo, pero después desarrollas tus propias herramientas. Aquí es válido el horizonte de las artes para fortalecer el estilo propio de una narrativa de periodismo de ciencia, en medios audiovisuales”.

Actualmente, Dulce García cursa una doble licenciatura —de Actuación en la Escuela Nacional de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes—. Así combina su quehacer profesional como divulgadora de ciencia más el horizonte que le proporciona la estética. El mejor refrendo es la consigna que nos comparte.

“Yo sí creo que el arte, como lo ha hecho la ciencia, puede cambiar al mundo. Recomiendo nutrirnos de las artes: los artistas tienen mucho de científicos y su lenguaje es otro, pero describen las mismas situaciones del mundo, y eso nos da nuevas herramientas para poder detallar con mayor precisión, inclusive, los fenómenos y sucesos de la naturaleza y el universo”.
Conoce a fondo el trabajo de Dulce García y colabora con ella para lograr un mundo perfectamente informado.
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