Un rayo de historia en la pradera

por Alejandro Alonso
Un rayo en la pradera, fe y guerra en el Tíbet, Grupo Rodrigo Porrúa segunda edición, 2017, México, es una novela de corte circular dado que se muerde la cola como un Uroboros, es decir, concluye en las circunstancias como comenzó.
Se trata de una ficción de corte histórico que nos remonta a un dramático periodo de transición, a mediados de la centuria pasada, cuando el antiguo Tíbet es invadido por el gobierno comunista de la República Popular China. La responsable de este viaje en el tiempo es la autora Silvia González (Chihuahua, 1966), con Maestría en Humanidades por el Tecnológico de Monterrey campus Chihuahua, y doce libros publicados que van del cuento infantil hasta la poesía.
“Un rayo en la pradera es una novela histórica, situada en 1949, ahí comienza y trata de la invasión de China al Tíbet budista. Tíbet era un país cien por ciento budista. Y pensaba que tenía que contarse todo esto en el mundo actual; los budistas y los lectores teníamos que saber cómo el antiguo Tíbet fue invadido y violentado, sobre todo, cuando no tenía ejército a causa de su organización y postura religiosa”.
La novela demuestra una habilidad narrativa para transpolar tiempos de acuerdo a los personajes y las circunstancias. Ciertamente la historia transcurre, de capítulo a capítulo, desde la vida monacal que llevan los monjes budistas en sus santuarios principales, hasta la alianza que el Tíbet establece con Bután, país vecino. Pero no sólo se trata de los acontecimientos que ya forman parte de la enciclopedia universal, y en particular del Oriente. A partir del trazo del devenir dialéctico, somos partícipes del allanamiento que se aplica a una filosofía milenaria: el budismo.
La autora expone como se contraponen dos visiones hegemónicas en sí mismas: el budismo y el comunismo.
“El budismo es una religión científica porque estudia la mente; para los monjes budistas todo es mente, la alegría es mente, la tristeza es mente, la depresión es mente, el amor es mente, tú y yo somos mente, sin mente no existimos, no podemos percibirnos, ni reconocernos, ni apreciarnos, ni amarnos. Pero también estudian la energía positiva y negativa, para ellos todo acto deja una semilla kármica que puede o no germinar dependiendo de las situaciones. Cuando supe todo esto quise contarlo”.
La necesidad por plantear este horizonte filosófico, viene por un franco deseo de introspección, mismo que queda más que evidente en el volumen.
“Todo comenzó con una crisis de fe, no entendía el sentido de la vida y me preguntaba cuál es la razón de existir de nosotros, los seres humanos, si, finalmente, nos desvaneceremos en la nada. De tanto buscar respuestas apareció por ahí la filosofía budista y me dio unos argumentos tan simples que me hicieron clic. Entonces, una cosa me llevó a otra: estudiando el budismo, conocí la tragedia del pueblo tibetano, ese país asiático, perdido entre los Himalayas”.
Lectora disciplinada y con el rigor de la investigación en mente, tanto el interés como el deseo de un equilibro espiritual personal, propiciaron el acopio de lecturas, incluso la comprensión del idioma.
“Aprendí un poco de tibetano y fui practicante de la filosofía budista durante muchos años. Quise que lo que escribiera tuviera un sostén real sobre la tragedia del Tíbet, que coincidieran las fechas con los eventos importantes de la novela y, sobre todo, con la vida doméstica de los habitantes. Claro, me tuve que documentar terriblemente. Los pocos libros que había me los leí; estamos hablando de hace poco más de diez años cuando empecé a escribirla, todavía no había tanta información en la Red…”
El dato duro de la fuente histórica primaria se traslada a una descripción desenvuelta y minuciosa de un entorno regional; también paladeamos de los hábitos alimenticios de los tibetanos, su vestimenta y el inevitable protocolo ritual. Es decir, ahonda en los usos y costumbres.
“Y así es como va narrada la trama: aprovecho para contar toda la historia doméstica, cómo viven en los monasterios, cómo reclutan a estos niños que son los lama reencarnados…”
“Todo comenzó con una crisis de fe, no entendía el sentido de la vida y me preguntaba cuál es la razón de existir de nosotros, los seres humanos, si, finalmente, nos desvaneceremos en la nada. De tanto buscar respuestas apareció por ahí la filosofía budista y me dio unos argumentos tan simples que me hicieron clic. Entonces, una cosa me llevó a otra: estudiando el budismo, conocí la tragedia del pueblo tibetano, ese país asiático, perdido entre los Himalayas”.
Silvia González
Justo la vida monacal es un escenario que domina al cuerpo del volumen. En este ámbito, los protagonistas rompen las vedas, principalmente la veleidosa Shakya Lhamo La. Quizá, tal afán de rebeldía es una proyección autobiográfica de la propia autora, más cuando la mencionada protagonista toma la maña de urgar en los libros proscritos dentro del monasterio.
“La prohibición y la literatura fueron sentimientos iguales en mi infancia. Leer significaba violar el baúl de libros de un tío solterón que los mantenía bajo llave, mientras mi hermana pequeña, con la promesa de un dulce, vigilaba y me avisaba si ya venía llegando. Añado a esto mi exagerada sensibilidad emocional, siempre estoy analizando el odio, el amor, la angustia de vivir, creo que la primera materia que debe aprobar un escritor es la psicología. Me considero una persona enferma de emociones que aprendió a manejarlas y soltarlas escribiendo”.

Entonces tenemos un planteamiento narrativo que contiene carga histórica y filosofía budista. A esto se añade un conflicto sentimental y amoroso entre sus protagonistas.
“Tenía dos objetivos principales, contar la vida doméstica de los monjes y sus monasterios en Lhasa, la capital de Tíbet, y explicar el conflicto chino tibetano, luego, como toda novela, aderezarla con una historia de amor. Shakya, la chica de ojos rasgados y cutis esmaltado como porcelana china, Dusum el monje de la mente portentosa, y Samye, el manso, se dieron vida a sí mismos”.
Un rayo en la pradera cuenta con tres personajes coprotagonistas, cuyas vidas se nos comparten desde la niñez hacia la primera juventud.
“En un primer plano comienza con una inmolación a lo bonzo, hecha por Samye, uno de los monjes budistas, protagonista que, en pleno exilio y desesperado de ver a su amada abrazada de otro, decide inmolarse. Luego hay un brinco en el tiempo, hacia el momento en que Samye es pequeño y vive con su familia. Un grupo de monjes lo descubre y lo declaran como la reencarnación de un lama muy avanzado en espiritualidad. En consecuencia, lo trasladan a la edad de seis años al monasterio más importante de Tíbet, el Palacio del Potala, para ser educado en el budismo. Nunca vuelve a ver a su familia”.
A Samye se le unen Dusum y Shakya Lhamo La. A cada uno le corresponde un trazo psicológico preciso que ahonda en sus apegos y desapegos espirituales. El carácter descriptivo también logra retratos muy visuales de sus distinciones físicas.
“Al mismo monasterio llega Dusum, viene de una tribu nómada y se recita las escrituras budistas sin saber leer ni escribir. Shakya Lhamo La, la chica bella de la historia, es hija del hombre más rico de la ciudad de Lhasa, capital de Tibet, y es enviada al monasterio por maldad de su madrastra. Juntos crecen y ven cómo son invadidos por los chinos comunistas. Entre la trama se explica el problema político entre China y el Tíbet”.
La autora reitera la razón del título en varios pasajes del volumen, Un rayo en la pradera se debe al arrobamiento que un ser vive en su primer revelación de amor.

“Quise escribir una novela donde todos estos elementos —los monasterios, la invasión, el amor, y tantas cosas raras de este mundo tibetano— danzarán y entretuvieran a un lector”.
Si uno consulta fuentes secundarias en torno al drama histórico que nos plantea la maestra Silvia González, tenemos que, de acuerdo a la versión oficial de China, lo ocurrido en el Tíbet no se califica como una invasión.
“Tíbet era un país donde la población total profesaba la religión budista y no tenía ejército por razones de paz espiritual, además, el peor trabajo era ser soldado y matar a otro ser vivo, así que al principio nadie mató a nadie, pero todo se complicó. Los chinos prohibieron la religión, fusilaron muchos monjes y destruyeron 600 monasterios”.
Lo cierto es que la presencia de China en el Tíbet, provoca un éxodo irremediable.
“Esto obligó a los lamas budistas a salir de su región y a dar a conocer sus teorías sobre la mente. Llegan a las universidades de Europa, Alemania e Inglaterra, por ejemplo; entonces sus conocimientos quedan en los libros y van pasando a todos nosotros. Ahora su filosofía de la meditación, del conocimiento de la mente, tiene su merecido lugar en la cultura del mundo”.
Un rayo en la pradera es un bocado literario apetitoso para adentrarnos en una historia que pareciera tan distante. Fiel a su compromiso con esta cultura, la autora nos regala información anexa para quienes deseen conocer más de la historia del Siglo XX.
“Al final del libro viene un glosario que detalla las palabras en tibetano. También describo ahí qué es el budismo, cómo reencarnan los lamas, las ironías de un pueblo pacífico que creyó que los rezos protegen de las balas y el beneficio que tuvo el mundo con esa invasión”.
Un rayo en la pradera, fe y guerra en el Tíbet está a la venta en Amazon.

Biografía del autor: Alejandro Alonso Aguirre es un destacado escritor mexicano, egresado de la Universidad del Claustro de Sor Juana, premio nacional de periodismo en diversas emisiones y narrador audiovisual. Además, es Director de Concordia Mundo, empresa dedicada al diseño de estrategias educativas y de divulgación científica.
